domingo, 6 de julio de 2008

Cuento de alguna historia de Nuestro cuento... Y el Sur de mi Murga verde




¡Tierra, tierra! Se siente la tierra vibrar. Truena el bombo, se ven fluir los colores, los sonidos ecuménicos dentro el cuerpo. Se disipa lo denso y como el fuego se torna versátil el danzar. Se sacude plena la carcasa, se doblega, se resbala como un soplo, se hace aire el caminar, se percibe como un suspiro que purga y como el humo va.
Enciende luces tan hermosas como el reflejo del fuego en el mar. Hace de la noche un fragor catártico, un silencio similar al que anuncia un gran evento, un suceso espectacular.
Lo que uno siente, sea el lapso el que fuese, es eterno y no hay duda ni misterio en eso, tan sólo es la alegría esa que marca la vida. Vida entera, vida bella, rumbosa vida. Sensación que nos recorre cuando se corre el velo, cuando la vista se entrega a la negrura del cielo.
Cuéntame las leyendas que desmintieron algunos, los mitos de la tierra media y de aquellos que juntos bailaban como un único ser. Cuéntame, también, cómo se levanta el caído, cómo riendo sentencia al temor, cómo abre los ojos y crea. Háblame de los delirios, de los que todavía se defienden tiñendo, de los que denuncian practicando la risa, recordando la libertad, la expresión. Dime, si puedes, cómo se explica la palabra reunidos, en que momento se creyó que esto dejo de ser un ritual. Musita cuándo elegiste dejar cerradas las puertas, no salir a la calle, cuando sólo quedó el deber ser o cuándo una lágrima malsana se llevó tu sonrisa y recuerda, recuerda el brío de un mate caliente y una palabra, de un te cuando le dio calor a tus manos, de conocer a un ser en la infinidad de la mirada encontrada, del momento de todo el tiempo de un abrazo o de un salto clavado en un instante, perdido en algún lado.

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